La osteomielitis es una infección ósea grave y a menudo dolorosa. Puede producirse en cualquier hueso del cuerpo, pero es más frecuente en los huesos largos de brazos y piernas, así como en la columna vertebral y la pelvis. La osteomielitis puede afectar a personas de todas las edades, y puede desarrollarse repentinamente o progresar lentamente con el tiempo.
Sin embargo, es importante tener en cuenta que estas cifras pueden no reflejar el alcance total de los casos de osteomielitis, ya que la enfermedad puede no diagnosticarse o notificarse poco, especialmente en las regiones menos desarrolladas.
Además, la incidencia puede ser mayor en determinadas poblaciones de riesgo, como las que padecen enfermedades crónicas o las que se han sometido a cirugía ortopédica.
¿Qué causa la osteomielitis?
La osteomielitis está causada principalmente por la introducción de bacterias u otros patógenos en el tejido óseo. Las causas más comunes son:
Infección bacteriana: La mayoría de los casos de osteomielitis están causados por bacterias. El Staphylococcus aureus, incluido el Staphylococcus aureus resistente a la meticilina (SARM), es la bacteria más común responsable de osteomielitis. Otras bacterias, como Streptococcus y Escherichia coli, también pueden ser agentes causantes.
Propagación hematógena: Se trata de la vía de infección más frecuente, en la que las bacterias procedentes de otra parte del cuerpo, como una infección de las vías respiratorias altas, una infección cutánea o una infección urinaria, entran en el torrente sanguíneo (bacteriemia) y luego se propagan a los huesos. Esto puede ocurrir en individuos de todas las edades.
Contaminación directa: En algunos casos, las bacterias pueden infectar directamente el tejido óseo tras una lesión, intervención quirúrgica o fractura que exponga el hueso. Esto se conoce como contaminación directa, y las bacterias pueden entrar en el hueso a través de heridas abiertas o incisiones quirúrgicas.
Propagación contigua: La osteomielitis también puede producirse cuando se infecta un tejido o una articulación adyacente y la infección se propaga al hueso cercano. Esto se conoce como propagación contigua y es más frecuente en casos que afectan a la columna vertebral o las articulaciones.
Uso de drogas intravenosas: En raras ocasiones, las personas que consumen drogas intravenosas pueden introducir bacterias en el torrente sanguíneo, que posteriormente pueden provocar osteomielitis si las bacterias llegan a los huesos.
Infección fúngica: Aunque menos frecuentes, las infecciones fúngicas también pueden causar osteomielitis, sobre todo en individuos con el sistema inmunitario debilitado.
¿Cuáles son los factores de riesgo de las infecciones óseas?
Varias afecciones pueden aumentar el factor de riesgo de desarrollar una infección ósea (osteomielitis). Las personas que pertenecen a una o más de las siguientes categorías suelen tener un riesgo mayor:
Cirugía reciente: Los procedimientos quirúrgicos que implican la inserción de materiales extraños o dispositivos protésicos pueden introducir bacterias en el organismo, aumentando el riesgo de infección ósea.
Uso de drogas intravenosas: Las personas que consumen drogas por vía intravenosa corren el riesgo de que agujas o accesorios contaminados introduzcan bacterias en el torrente sanguíneo.
Enfermedades crónicas: Ciertas afecciones médicas pueden debilitar el sistema inmunitario o afectar al flujo sanguíneo, haciendo a las personas más susceptibles a las infecciones. Estas afecciones incluyen:
Medicamentos inmunosupresores: Los medicamentos que suprimen el sistema inmunitario, como los corticosteroides o los inmunosupresores utilizados tras un trasplante de órganos, pueden aumentar el riesgo de infección.
Heridas crónicas: Las personas con heridas crónicas abiertas, como úlceras por presión (escaras) o úlceras del pie diabético, corren un riesgo elevado, ya que las bacterias pueden entrar en el organismo a través de estas llagas.
Infecciones de la piel y los tejidos blandos: Las infecciones de la piel y los tejidos blandos, como la celulitis o los abscesos, pueden propagarse a los huesos cercanos y provocar una infección ósea.
Traumatismos o lesiones recientes: Las fracturas, heridas abiertas o lesiones traumáticas que exponen el hueso pueden proporcionar una vía para que las bacterias entren y causen infecciones óseas.
Edad avanzada: Los adultos mayores pueden tener un mayor riesgo debido a los cambios relacionados con la edad en el sistema inmunológico y la prevalencia de condiciones de salud subyacentes.
¿Cuáles son los síntomas de la osteomielitis?
Los síntomas de la osteomielitis pueden variar en función de la gravedad de la infección y del individuo afectado. Los síntomas comunes pueden incluir:
Dolor: Dolor persistente y a menudo intenso en el hueso afectado, que puede empeorar con el movimiento o la presión.
Hinchazón: Hinchazón y sensibilidad en la zona infectada.
Fiebre: Puede aparecer fiebre, especialmente en casos de osteomielitis aguda.
Escalofríos: Los pacientes pueden experimentar escalofríos y una sensación general de enfermedad.
Cansancio: Sentirse inusualmente cansado o fatigado.
Calor y enrojecimiento: La piel sobre la zona infectada puede calentarse, enrojecerse y aparecer inflamada.
Rango de movimiento limitado: Si una articulación está afectada, puede haber una disminución de la amplitud de movimiento y rigidez.
¿Cómo se diagnostica la osteomielitis?
El diagnóstico de la osteomielitis suele implicar una combinación de evaluación clínica, estudios de imagen, pruebas de laboratorio y, en ocasiones, una biopsia para confirmar el diagnóstico.
Evaluación clínica: Un profesional sanitario evaluará el historial médico del paciente y realizará una exploración física para buscar signos y síntomas que sugieran la presencia de osteomielitis, como dolor localizado, hinchazón y enrojecimiento.
Estudios de imagen: Para visualizar el hueso afectado y los tejidos circundantes se utilizan diversas técnicas de imagen, como radiografías, resonancias magnéticas y tomografías computarizadas, que pueden ayudar a diagnosticar la osteomielitis.
Análisis de sangre: Pueden realizarse análisis de sangre para detectar signos de infección, como un recuento elevado de glóbulos blancos y un aumento de los niveles de marcadores inflamatorios como la proteína C reactiva (PCR) y la velocidad de sedimentación globular (VSG).
Gammagrafías óseas: Las gammagrafías óseas de medicina nuclear pueden ayudar a identificar zonas de mayor actividad ósea, que pueden indicar infección.
Biopsia: En algunos casos, puede ser necesaria una biopsia ósea para confirmar la presencia de infección e identificar la bacteria o patógeno específico responsable.
Cultivo de pus o líquido: Si hay un absceso o drenaje, se puede recoger una muestra de pus o líquido y cultivarla para determinar el tipo de bacteria o patógeno causante de la infección.
¿Cómo se trata la osteomielitis?
La osteomielitis, una infección ósea grave, requiere un tratamiento polifacético que combine la terapia médica con intervenciones quirúrgicas. El plan de tratamiento depende de la gravedad de la infección, del hueso afectado y del estado general de salud del paciente.
Tratamiento con antibióticos: Los antibióticos son esenciales para combatir la infección subyacente. A menudo se administran inicialmente antibióticos por vía intravenosa (IV) para garantizar concentraciones elevadas del fármaco en el torrente sanguíneo. A continuación se administran antibióticos por vía oral, a veces durante un periodo prolongado (de semanas a meses), en función del organismo causante y de las pruebas de sensibilidad.
Tratamiento quirúrgico: La extirpación quirúrgica del tejido infectado y muerto es crucial para eliminar la fuente de infección. Este procedimiento evita la propagación de la infección y favorece la curación.
Drenaje: Los abscesos, si están presentes, pueden requerir drenaje quirúrgico o guiado por imagen para eliminar el pus y el material infectado.
Cirugía ósea: El hueso muy dañado o necrótico puede requerir extirpación quirúrgica o reconstrucción, a menudo mediante injertos óseos o prótesis articulares.
Retirada de prótesis: Si se trata de una prótesis, puede ser necesario retirarla para que el tratamiento sea eficaz.
Tratamiento del dolor: El alivio del dolor es crucial, y las medidas de apoyo, incluyendo el descanso y la nutrición, ayudan a la recuperación.
¿Cuáles son las complicaciones de la osteomielitis?
La osteomielitis, si no se trata o se trata de forma inadecuada, puede dar lugar a varias complicaciones graves. Algunas de las posibles complicaciones de la osteomielitis son:
Infección crónica: La osteomielitis puede convertirse en una infección crónica y duradera, por lo que es difícil erradicarla sólo con antibióticos.
Daño óseo: Con el tiempo, la infección puede causar daños en el hueso afectado, provocando necrosis ósea (muerte del tejido óseo) y posibles deformidades.
Formación de abscesos: Pueden formarse bolsas llenas de pus o abscesos dentro del hueso o los tejidos circundantes, lo que aumenta el dolor y el riesgo de propagación de la infección.
Septicemia: En los casos graves, las bacterias de la infección ósea pueden penetrar en el torrente sanguíneo y provocar una septicemia (infección del torrente sanguíneo), que puede ser mortal.
Propagación a tejidos adyacentes: La infección puede extenderse a articulaciones, tejidos blandos u órganos cercanos, causando complicaciones y dolor adicionales.
Amputación: En casos extremos, cuando la infección no puede controlarse o si se desarrolla gangrena, puede ser necesaria la amputación de la extremidad afectada para evitar complicaciones posteriores.
Osteomielitis y amputación
La amputación puede convertirse en una medida necesaria pero extrema en casos de osteomielitis cuando la infección es grave, no responde al tratamiento y supone un grave riesgo para la salud general del paciente.
La osteomielitis, una infección ósea, suele tratarse con antibióticos, desbridamiento quirúrgico y otras intervenciones destinadas a preservar la función de la extremidad afectada. Sin embargo, cuando estos esfuerzos fracasan y la infección ósea causa daños importantes o deriva en afecciones como lagangrenapuede considerarse la amputación para evitar la propagación de la infección y salvar la vida del paciente. Estas decisiones se toman en colaboración entre los pacientes y los profesionales sanitarios, con el objetivo de mantener la mejor calidad de vida posible tras la amputación mediante rehabilitación y cuidados protésicos.
Osteomielitis y prótesis
La osteomielitis, una infección ósea, puede plantear problemas a los usuarios de prótesis.prótesis. Las personas con antecedentes de osteomielitis corren un mayor riesgo de infección en la interfaz entre la prótesis y su cuerpo. Para minimizar el mayor riesgo de complicaciones, es esencial que los profesionales sanitarios realicen un ajuste, un mantenimiento y un seguimiento regulares adecuados. Las medidas preventivas, una buena higiene y una rápida atención a cualquier problema o molestia cutánea son cruciales. La colaboración con especialistas, como expertos en enfermedades infecciosas y protésicos, garantiza un plan de cuidados personalizado que tiene en cuenta el historial médico y los objetivos de movilidad específicos del paciente, equilibrando el uso de la prótesis al tiempo que se protege contra las infecciones.
¿Cómo puedo reducir el riesgo de infección ósea?
Reducir el riesgo de infección ósea (osteomielitis) implica practicar una buena higiene para prevenir las infecciones de la piel y los tejidos blandos, sobre todo si se tiene una herida o lesión.
Si padece diabetes, controle cuidadosamente sus niveles de azúcar en sangre, ya que unos niveles elevados pueden debilitar su sistema inmunitario.
Evite el consumo de drogas intravenosas para minimizar el riesgo de agujas contaminadas.
El cuidado adecuado de las heridas, un estilo de vida saludable que incluya una dieta equilibrada y ejercicio regular, y la búsqueda de atención médica para las heridas de cicatrización lenta son pasos cruciales para reducir el riesgo.
Además, mantener un buen estado general de salud, evitar el tabaco y el consumo excesivo de alcohol y estar al día con las vacunas puede contribuir a reforzar el sistema inmunitario y reducir el riesgo de infección.
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